Donde el agua nace, también renace la esperanza

En Santa Cruz Otlatla, Puebla, el río Atoyac vuelve a contar su historia. Ahí, entre los bosques del municipio de Tlahuapan, brota una corriente que durante años ha sido testigo del crecimiento, los sueños y también las heridas de nuestras comunidades.

Hoy, esa historia comienza un nuevo capítulo: uno de reforestación, limpieza profunda, tratamiento del agua y, sobre todo, de compromiso con el futuro. Porque rescatar un río es también rescatar nuestra relación con la naturaleza.

En un recorrido por el punto donde nace este emblemático afluente, se anunciaron las primeras acciones concretas para su saneamiento: colectores, plantas de tratamiento, biodigestores, vigilancia ambiental y participación comunitaria. No se trata solo de infraestructura, sino de devolverle vida a un ecosistema que abraza a 70 municipios entre Puebla y Tlaxcala.

Y aunque los números son importantes (más de 2 mil descargas contaminantes detectadas, 9 mil hectáreas deforestadas), lo verdaderamente esencial es lo que está en juego: la salud de nuestras familias, el equilibrio del entorno y la posibilidad de que futuras generaciones puedan ver un río limpio correr.

El gobernador Alejandro Armenta lo resumió con claridad:

“Proteger el agua es proteger la vida. Y en ese propósito, todos estamos llamados a sumar.”

El Atoyac no es un río cualquiera. Es parte de nuestra identidad. Y su rescate no es un acto simbólico: es una promesa activa a favor del medio ambiente, la comunidad y el porvenir.

Porque donde renace un río, renace también la esperanza.

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