Una mañana de sol, manos unidas y brochas en acción marcaron la jornada número 23 de la Faena Comunitaria en Flor del Bosque, un pulmón natural de Puebla que, además de árboles, ahora florece también con el espíritu colaborativo de su gente.
Lejos de los reflectores y de las oficinas, el corazón de esta iniciativa late al ritmo de pasos que recorren camellones, pintan guarniciones, recogen hojas secas y transforman espacios olvidados en lugares dignos. Aquí, la faena no es solo tarea, es un acto colectivo de cariño por lo común.
El gobernador Alejandro Armenta, acompañado por vecinas, vecinos, funcionarias y funcionarios, fue uno más en la cuadrilla. “No soy pintor de pincel, pero sí de brocha gorda”, dijo entre sonrisas y pintura, destacando que servir también se hace desde el suelo que se pisa y no solo desde el escritorio.
La jornada fue un mosaico de pequeñas acciones con gran impacto: caleo de árboles, limpieza profunda y embellecimiento urbano. Michelle Talavera, directora de Convenciones y Parques, y Carlos Márquez, encargado de la Secretaría de Turismo, sumaron su energía a la causa. Pero lo esencial no estaba en los nombres, sino en el sentido compartido de propósito.

Comunidad que cuida, comunidad que florece
Vecinas como Ana Elena Mungía notaron el cambio: “Los árboles crecieron tanto que ya tapaban la visibilidad; esto nos ayuda a caminar más seguras”, expresó. Para otras como Anahí López, la faena no solo mejora la imagen del lugar, también reconstruye la confianza y la seguridad de quienes lo habitan.
La faena, en palabras del propio Armenta, es más que esfuerzo físico: “Compartir lo que se sabe hacer también es servir: dar una clase de pintura, de canto o de lectura es tan valioso como barrer una calle”, reflexionó. Porque en este modelo de participación ciudadana, el conocimiento, la cultura y el arte también son herramientas de transformación.
Una Puebla que se pinta de comunidad
Cada acción cuenta. Cada brocha deja una huella. Y cada persona que se suma, se convierte en parte del mural colectivo que es Puebla. Una Puebla que, como dijo un vecino al ver los camellones relucientes, “se siente más viva, más nuestra.”